CAMILO SESTO: Enciendo y apagando la pasión

CAMILO SESTO

CAMILO SESTO

sábado, 11 de enero de 2020

Enciendo y apagando la pasión

Mientras pensaba lo que sentía por ella, Chrysia, sentada frente al espejo se peinaba, parecía mas una diosa que una mujer, sus grandes ojos miraban con curiosidad todo lo que este observaba, sus labios algo gruesos y juguetones, llenos de suspicacias y con ganas de jugar.
En el momento de volver su vista hacia él, su amado la observaba, acariciaba su espalda, cada sombra y cada linea, la besaba con verdadera pasión, y mientras eso ocurría, los pensamientos de ambos se cruzaban.
Desde hacia tiempo habían hecho una apuesta a través de un juego y de un cortejo.
Ella le hablaría a través de palabras de amor, y el utilizaría todas sus artimañas para llevarla al goce de ese amor, que ella reflejaba mediante estas palabras.
Para ello, ella cambio su postura y se inclinó para que se observará toda su belleza, a través de un hermoso alfiler que recogía su cabello, dando lugar a la observancia de todo su rostro. Y a partir de ese momento empezó a sonar su voz bella y melodiosa:
Mis cabellos son sedosos
como una maraña
que son tejidos 
por numerosas arañas.

Mientras, el recorría con sus labios su terso cuello, y entonces la miraba para ver que sucedía en ella, pero ella sonreía para seguir con el cortejo, y retirando su rostro de su presencia, volvía a observarse y controlar su pasión, y volver a recitar:

El aire lleno de calor
penetra en mi interior
para encender cada fibra
que existe en mi corazón

Y el queriendo igualar el perfecto juego de ella, controlando su pasión, fue recorriendo con sus dedos cada palmo de su cálida piel. Inicialmente, empezó por los dedos de sus pies, acariciándolos y besándolos, con ternura e imitándola en ese momento, empezó a relatar:

Tus ojos son como una luz
que al abrirlos
mis sueños se encienden
como una vela
al prender la llama

Entonces, ella juguetona sonreía y cuando el quiso atraparla entre sus brazos, ella se escapó. Y ella volvió a mirarlo con coquetería, y cambiando de postura, cruzó sus piernas...

Mi boca son el filo
de una ardiente llaga,
que con tus besos supuran,
y con tus infieles palabras,
rasgan.



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